jueves, 17 de febrero de 2011

HISTORIA EN LA ESCUELA (151210-1749)

Me puse a pensar en mis años de escuela. Recuerdo que en la primaria, era una chica muy tímida, tenía miedo a todo, faltaba mucho a clases, siempre iba dejando un día y a veces iba dejando dos, todo porque detestaba levantarme temprano y ponerme el uniforme, también debe ser porque no era muy social.

Era de tener pocos amigos y los pocos que tenía eran sólo para prestarme cuaderno cuando faltaba o porque teníamos alguna cosa en común...

Siempre tenía la admiración de mi maestra. Yo era como el angelito de la clase. Siempre sacaba buenas notas en los cursos que sobresalía, como inglés, historia y lenguaje. Nunca podía sacarme mala nota en esos cursos porque siempre fueron mis favoritos, hasta ahora…

Recuerdo que me enamoré de mi compañero de carpeta. Se llamaba Eddie y me ayudaba en todo, era muy atento conmigo. Creo que por eso me empezó a gustar. Era un poco gordito y de cabello rizado; también era tímido, como yo. Eso no ayudó mucho en mi conquista, así que fue sólo un amor platónico, o mejor un amor de infancia, de esos que se borran cuando llega otro chico más guapo…

Siempre tenía que pelearme con el primer puesto del salón, un chico llamado Francis, castaño, guapo y el más asediado por las chicas. Confieso que me gustaba pero no tanto como para seguirlo como las demás...
Detestaba su arrogancia y eso era un punto en contra, así que prefería quedarme con mi gordito Eddie, callado, tierno y respetuoso, así no haya sido tan asediado como Francis, me gustaba su forma de ser y también sus rizos…

En la primaria, yo era el segundo puesto en las notas, creo que si no hubiese faltado tanto a clases y no hubiese odiado tanto las matemáticas, no tendría ese lugar en el ranking, pero bueno, prefería quedarme haciendo “maldades” (travesuras) en casa, que ir a pelearme por un puesto que era irrelevante a mis ambiciones en ese tiempo…

En sexto año, entró una chica llamada Fátima a nuestro salón. Venia de otro colegio, y por sus actitudes cualquiera pensaría que fue expulsada o algo por el estilo. Era la típica rebelde de un salón, nunca iba bien uniformada, ni tenía sus cuadernos al día, siempre me pedía prestado cuadernos a mí, quien por cierto, era en ese aspecto igual a ella, pero tampoco tanto...
Era muy alta para estar en sexto, incluso rumoreábamos que era mayor y se había jalado de año, aunque claro, ella siempre lo negaba. Por su gran tamaño, todos la respetábamos, pero como es de suponer, siempre existían los comentarios a sus espaldas, a los que ella muy valiente refutaba y con sólo mirar a sus pequeños agresores, éstos de inmediato quedaban en silencio y se marchaban asustados…Yo, desde mi carpeta, observaba mucho sus aptitudes, empezaba a admirarla y ansiaba ser su amiga...

Aunque nos hablábamos, yo no sabía si ella me consideraba su amiga, así que sin buscarlo tanto un día hicimos un grupo en clases para realizar un trabajo y como jefa, la integré. Nos invitó a su casa, hicimos todo un tour por el segundo piso, donde ella dormía, nos enseñó su cuarto, en el cual por cierto había pasado un tornado antes de que llegáramos. Tenía su mascota suelta, que era un perro con instintos asesinos, el cual de lejitos acariciaba y sólo con la mirada porque ni loca me le acercaba… Pasaron las horas y se hizo de noche, entonces tuvimos que partir.

Yo nunca había conocido a alguien que tuviese esa vida tan desordenada y aún así me gustaba, quería seguir siendo su amiga. Se notaba que esa chica no era como mis demás compañeras, tenía un estilo particular y eso era lo que más me gustaba, la sentía como una referencia para dejar de ser tan miedosa, tan tímida y tan débil, y aunque no era un buen ejemplo, yo solo quería ser igual de valiente y atrevida que ella, en cualquier circunstancia que la vida me presentara.

Y así de a poquitos fuimos siendo más amigas. Yo le pasaba las respuestas en los exámenes, tirándoles papelitos a su carpeta, que estaba en la parte de atrás, no me importaba si nos “ampayaban” en el acto, todo era parte del riesgo, de atreverme a hacer algo malo por primera vez.

Llegó el fin de año y el fin de la primaria con él. Tuvimos que hacernos los trajes y vestidos para la fiesta de promoción. Confieso que nunca imaginé ponerme un vestido y lucirlo delante de tanta gente extraña, y sobre todo delante de mis compañeros. Era tremenda prueba de fuego asistir a ese baile y ponerme un vestido tan elegante, pues los nervios estaban a flor de piel esa noche para mí…
Pero bueno, no podía dejar de vivir mi último día de clases por miedo a una fiesta social, tenía que ser yo misma y nada más. Así que, llegué, nadie lo podía creer, verme vestida así, con un peinado y maquillaje, que para esa época, era moderno, y con mi vestido, que para ser honesta, me encantaba…

La fiesta se puse fea cuando me pusieron de pareja a un gordito que no era mi Eddie, sino otro gordo feo con cara de cuy. Molesta por tener que tomarme fotos con él, y que mis recuerdos salgan malogrados por ese horrible niño gordo con cara de cuy, estaba a punto de olvidarme el discurso que me tocaba decir frente a toda la audiencia… Comencé a mirar a todos y empezaron a sudarme las manos, como suele pasarme cada vez que estoy nerviosa. Cuando me llamó el presentador, olvidé mis nervios (hice el intento) y salí adelante, con valor, con ese atrevimiento que fui copiando de mi amiga “la rebelde”. Terminé de dar mi discurso y sentí un alivio, por fin todo se terminó y no fue nada difícil estar aquí. Creo que si me hubiese quedado en casa, hoy estaría arrepintiéndome de eso… Llegó la hora del baile y se apareció Fátima en blue jeans, y yo dentro de mi decía: “Maldición, porque ella si pudo venir con blue jeans y a nosotros nos trajeron como idiotas con estos trajes tan aburridos e incómodos”. En fin, ya era muy tarde y tuvimos que partir cada uno a casa, con nuestros padres, porque esa fue la última fiesta a la que todos asistiríamos con nuestros padres…

Desde aquella noche, no he vuelto a ver a mucho de ellos, menos a Fátima. Todas mis amigas se fueron a estudiar la secundaria a una escuela sólo para mujeres y ahí se separaron nuestros caminos. Muchas de ellas se encontraron y siguieron su amistad. Yo si fui llevada a otra escuela por decisión de mi madre, a quien jamás pude persuadir. La escuela a la que fui llevada era mixta. No vi mucho la diferencia porque en la primaria también lo fue. La única diferencia fue que era una escuela más mucho más grande y con más alumnos que en mi escuela anterior...

Recuerdo que para mi primer día de clases, seguía siendo un poco tímida y al buscar asiento no sabía con quien sentarme, ya no había un gordito atento que me ofreciera su asiento de al lado, esta vez habían demasiadas caras extrañas. Cuando de pronto una chica muy delgada y más alta que yo me ofrece su asiento, era amigable, se llamaba Claudia, desde ahí empezamos a ser amigas. Era mi primer día de clases, y creo que para todos, pero ella ya se conocía a medio salón y a los que no conocía estaba segura que los conocería en menos tiempo que yo... Era del tipo de chica que no le costaba conseguir amigos, siempre sonreía con todos y siempre hacía o se reía de chistes que yo ni entendía... Claudia era muy sociable y alegre, siempre estaba haciendo bromas con las demás chicas. Yo siempre callada, entrando de a pocos en el meollo de sus asuntos, tratando de entenderlas a pesar de que me parecían un poco escandalosas. Con el tiempo fui cediendo mi amistad y mi carácter fue cambiando. Fui dejando de a pocos mi timidez. En este salón no tuve un Eddie que me gustase, pero sí para mis amigas. Éstas eran muy coquetas y vivían detrás de los chicos de otros salones, sobre todo por los que eran brigadieres. Yo no le veía ninguna diferencia si eran brigadieres o no, para mi todos eran iguales, pero ellas se fijaban más en los que tenían cordones. No niego que habían chicos guapos en otros salones, pero nunca sentí el deseo de seguirlos o buscar información sobre ellos, quería que uno llegase buscando información sobre mí.

Ya para terminar la secundaria, tuvimos que elegir entre viaje o fiesta de promoción. Y la mayoría decidió que sería mejor un viaje de 5 días, que una fiesta que sólo duraría 1 noche. Así que nos fuimos después de tanto debate a Trujillo, una ciudad al norte del Perú.

Hicimos varias escalas antes de llegar a Trujillo, fuimos a Chiclayo y Lambayeque primero... Recuerdo que el viaje fue demasiado agotador, casi más de un día sentado, ya no sabía ni cómo sentarme...
Recuerdo que mi compañero de asiento era mi amigo Obed, uno de mis mejores amigos en la secundaria y con el que teníamos el mismo gusto por la música... Lo que malogró nuestra amistad fue que se enamoró de mí, y jamás pude corresponderle, por más que lo intenté, nunca pude enamorarme de él, como él si lo hizo de mí...

Después de tanto viaje llegamos al Museo Arqueológico Bruning en Lambayeque, era muy grande, vimos las ruinas del Señor de Sipán, La Sala de Oro y muchas otras cosas más que en éste momento ya no recuerdo.

Terminando el viaje en Lambayeque fuimos a Trujillo de noche; el viaje era peligroso. Recuerdo que yo tenía mucho miedo; para esto, en Lambayeque, antes de salir hacia Trujillo, fuimos a un restaurante a cenar, y como el carro nos dejaba y ni siquiera habíamos empezado a dar el primer gustazo a nuestra comida, teníamos que envolverlo todo para llevar. Yo para no comer con las manos, les dije a dos compañeras que nos lleváramos los tenedores para poder comer en el bus, éstas me hicieron caso, pero luego no dejaban de vacilarme por dicho arranque.

Entonces, en el viaje a Trujillo de noche, como teníamos miedo de que entraran a robarnos las maletas y todo nuestro dinero; sacamos nuestros tenedores, como mujeres aguerridas, dispuestas a enfrentar a cualquier criminal que ose despojarnos de nuestras pertenencias… Felizmente, no pasó nada. Llegamos a Trujillo tranquilos. Nos hospedamos en un hotel cerca al centro y ocupé el mismo cuarto con mis entrañables amigas Carmen, Liliana y Erika; en el cuarto del al lado estaban, Verónica, Ámbar y algunos más (otras amigas)... Los hombres estaban en el quinto piso. Nosotras ocupábamos el tercero. Nuestra tutora estaba habitaciones más adelante de nosotras, las chicas.

Tuvimos un pequeño tour por la Plaza de Armas, visitamos una inmensa galería de zapatos, yo sólo veía las guitarras que estaban en las tiendas de los artesanos. No podía dejar mi amor por la música ni siquiera en ese momento...

Recuerdo que fuimos a las ruinas de Chan-chan, son esas típicas ruinas que abundan en mi país y que la gente que viene de fuera quiere conocer... Yo estaba demasiado aburrida por el increíble sol que hay en el norte, yo que no soporto el calor, ese día me tuve que aguantar tooodo el recorrido callada y fingiendo interés por esas ruinas que me empolvaron toda... 

Al día siguiente fuimos a "Huanchacho", una playa como "El Chaco" de Pisco (Paracas), aunque un poco más grande y ordenado... Fuimos a almorzar, nos tomamos muchas fotos, algunos compraron recuerdos para sus familiares y amigos, los demás se fueron a bañar y otros como yo, sólo rondabamos la playa y ya no recuerdo que más...

La pasamos genial ese día…

Ya de regreso al Hotel conocí a un chico que trabajaba ahí, aunque en realidad, lo conocí ya desde que llegamos al hotel. Éste me mandaba notas con mis amigas, y se ponía a silbar en la vereda del frente que daba hacia la ventana de mi cuarto. Él trabajaba en el hotel, así que no era difícil caer en su jueguito. Era alto, castaño y simpaticón, de unos 24 o 25 años, se parecía al enamorado de una de mis amigas (Ámbar). Recuerdo que la última noche en Trujillo me hizo la ya por demás petición para ser enamorados, porque yo ya me iba, y creo que nunca volvería a esa ciudad y menos a verlo. Así que, me dio un beso, y me regaló una carta y una foto suya con su nombre al reverso. Yo volví a Pisco, olvidándome de todo lo vivido pero entre mis cosas tenía esa foto, que hasta hace ya unos años boté a la basura.

En fin, las cosas que hacíamos y veíamos siempre las recordaré, sobre todo porque Trujillo me encantó, y las cosas que te gustan de verdad nunca se borran de tu memoria por más desmemoriada que seas (como yo). Además, lo que más recuerdo y sé que mis compañeros recordaran es que en ése viaje, todos nos unimos más como amigos. Los grupos que habían en el salón de clases se mezclaron y fuimos todos uno solo. Sé que así pasen muchos años, nuestro viaje de promoción siempre será lo que más recordemos del último año escolar. Sobre todo la “Pijamada” que hicimos la última noche, donde invadimos el cuarto de los chicos e hicimos una fiesta. Claro que después fuimos pillados por nuestra tutora, la cual nos dio el sermón de nuestras vidas…

Así que en resumen, eso es lo poco que recuerdo de mi viaje de promoción. Lo que vino después ya es un poco triste. Casi todos mis amigos ahora son padres, y otros ya no viven aquí, en la ciudad que nos hizo ser amigos. Aún me mantengo en contacto con alguno de ellos por Messenger o por teléfono, pero no es lo mismo…

Y así me despido, de esta breve historia que terminó extendiéndose de manera inesperada, pero que me agradó volver a recordar.


ANDREA FURIUR

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