lunes, 13 de junio de 2011

RUTINA ANTES DE UNA LLAMADA (12611-156)

Cuando aquí es de día, allá es de noche y viceversa. Por eso cuando sueño, tú ya estas despierto, haciendo tus cosas pendientes, bebiendo una taza de café tibio y untando mermelada en tus tostadas. Lees el diario, revisas tu correo, coges las llaves y sales al trabajo. En el camino, piensas si estás haciendo lo correcto respecto a nosotros, no quieres equivocarte, ya es suficiente con tantos intentos fallidos, ya no necesitas más. De pronto, en un semáforo miras pasar a una niña con su madre, y un profundo sentimiento de nostalgia circula en tu ambiente, te sientes arrepentido, quieres seguir manejando, pero ese sentimiento no te deja avanzar, parece que una fuerza extraña tomó tus manos impidiéndote que prosigas tu camino. Quieres ayudarnos, necesitas hacerlo, al menos debes intentarlo. Es lo que sientes, lo que deseas... 

Llegas al trabajo y todo es lo mismo de siempre. Nada ha cambiado desde que tuviste esa sensación extraña de sentirte padre por primera vez. Sólo sientes esa emoción de querer llamarnos, de conversar con nosotros. Quieres intentarlo, no puede ser tan difícil, después de todo siempre hay una manera de caer bien y tú eres experto en eso. Coges el celular y lo piensas mil veces antes de marcar aquellos dígitos que pueden cambiarle el sabor a tu vida, crees que ya es hora de correr el riesgo y que todo saldrá bien. En el primer "Aló", contesta tu hija mayor, la que siempre tiene algo bueno que decirte, ésa que se esfuerza por caerte bien y envanecerte.

¿Qué tal, cómo has estado? - Es lo que siempre se dice al iniciar una conversación. Los nervios de ambos estallan interiormente y cada uno por su lado intenta controlarse para no parecer inseguro ante esa situación tan extraña. Pues es difícil hacer una llamada después de tanto tiempo, sobre todo a una persona con la que casi nunca te comunicas. Cuesta mucho decir lo que sentimos incluso si esa persona es tu hija o tu padre. Al pasar los minutos, la conversación comienza a fluir sin problemas, te vas sintiendo mejor, un poco más relajado y seguro. Al cortar la llamada, miras los minutos que transcurrieron y eran más de los que pudiste haber imaginado. Parece que la conversación sí fue lo que esperabas, después de todo, la situación no fue tan dramática.

A veces tenemos miedo de enfrentarnos ante situaciones como ésta. Dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy y muchas veces por esa razón perdemos cosas y momentos importantes, momentos que tal vez necesitamos para llegar a ser un mejor ser humano o para llenar espacios vacios de nuestra vida. Creo que siempre habrá alguien que esté esperando aunque sea una llamada tuya, o un mensaje en su bandeja de Hotmail. Por eso cuando sentimos esos sentimientos de angustia o nostalgia, es porque hay alguien que tal vez esté necesitando de nosotros y debemos acudir a ese llamado, sin importar lo que haya acontecido en sus vidas pasadas, porque lo único que debe primar en ti, es el sentimiento que tienes o tuviste por esas personas que ya no están en tu vida.

Gracias por llamar y gracias por pensar en nosotros de vez en cuando.

ANDREA FURIUR