No sé qué habrá sido, me pongo a
pensar y tal vez fue su sencillez, esa que hace mucho no veía en una persona, o
tal vez sus ojos melancólicos los que me reflejaban tanta dulzura que podía quedarme
con su imagen incluso si cerraba mis ojos.
No sé de qué manera surgió en mí
aquel sentimiento, aquella intención de seguir conociendo a ese ser que llegó
sin yo esperarlo, como para salvarme del abismo al que estaba a punto de caer. Y
es que la vida no me estaba yendo para nada bien, hasta que apareció aquella
noche frente a mí, entre el bullicio de la gente superficial y desconocida, su
figura relajada y sensual, llena de luz en medio de toda esa oscuridad tan descolorida y nauseabunda.
Yo no sabía si todo aquello era real
o solo parte de uno de mis sueños, en los que trataba con hadas y unicornios.
Yo no sabía si acercarme era despertar en la nada y quedarme como siempre entre
el silencio de mi habitación, oyendo tan solo al eco de mis viejas historias,
que ya no volverán a ser parte nuevamente de mi presente, que ya no viven en mi
presente, y que en aquel momento era en lo que menos pensaba.
Yo no sabía si esta vez iba a ser
distinto, yo solo sentía que podía estar iniciándose el primer capítulo de mi
nueva historia y ya no quería sentir miedo, quería darlo todo, quería volver a
creer, sentir nuevamente esa magia extraordinaria del amor, quería respirar sin
sentir que el corazón se me saliera del pecho y decirle al menos un hola. El lugar
no era el adecuado, la situación quizás no era la mejor, pero cuando uno tiene
este tipo de impulsos, ya lo demás no importa. Además no sabía si volveríamos a
vernos, era un ahora o nunca.
Después de haber viajado casi 10
horas a esa ciudad calurosa e incierta, maravillosa pero solitaria, conocer de
la nada a un ser maravilloso, hizo que no quisiera volver a mi realidad, quería
quedarme y abandonar mi pasado, iniciarme en su ambiente y desalojar mis fantasmas,
cerrar aquel baúl polvoriento de mis agonías y sentirme libre, en condiciones
de aunarme a su vida, a su historia, a su cielo, a su luz.
Pero la realidad a veces es
cruel, y de tanto soñar en tan poco tiempo con alguien que apenas conocía me
hizo aterrizar de la peor manera y entonces mi corazón nuevamente volvió a
caerse en mil pedazos, mis ilusiones, todas aquellas que me hacían despertar
con una nueva mirada, con un nuevo color en mi sonrisa, se opacó, y es que
parece que mi destino es la decepción... yo no nací para el amor.
Inspirada en la vida de alguien.
Inspirada en la vida de alguien.
ANDREA FURIUR